27 septiembre 2005

ZP el sembrador de vientos

Imágen alojada en Photobucket.com

Bastaba abrir los ojos a la realidad para verlo. Todo lo hacía presagiar después de que ZP se hubiera dedicado desde el primer día a sembrar vientos.

En poco tiempo hemos empezado a recoger tempestades. Todos sabían, menos los cegatos feligreses de izquierdas, que cambiar nuestras alianzas de gran nivel por otras tercermundistas o en extinción no traerían más que decadencia, indiferencia y olvido.

Si a esto añadimos un personaje que rehuye el contacto directo con otros dignatarios extranjeros porque sus limitaciones idiomáticas y culturales no le permiten relacionarse personalmente y que, además, sufre inoportunos ataques de cansancio que le hacen recluirse mientras los demás tienen reuniones, nos encontraremos con alguien que resulta a todas luces incompetente para dirigir una nación en el contexto internacional. Ni siquiera alcanza para engrandecer España a nivel doméstico.

Pudimos comprobar como durante el Consejo Europeo que habría de asignar las subvenciones para un nuevo periodo, el presidente español se aisló de todos encerrado en un despacho mientras que la presidencia europea se reunía con unos y con otros intentando dar soluciones a sus problemas particulares. Las subvenciones se nos rebajaron de 48.000 millones de euros a tan solo 4.800 millones. En Europa nadie se explica que esperase mejores resultados cuando él pareció estar completamente ausente de las negociaciones.

Y lo hemos vuelto a ver. Mientras Blair se entrevistaba con más de treinta representantes de distintos países, el presidente español permanecía escondido, totalmente acomplejado por su imposibilidad de mantener una charla con nadie ya que no se pueden hacer amistades a través de un traductor y menos cuando a uno lo desprecian. En consecuencia, el presidente Rodríguez fue incapaz de conseguir los dos votos que le faltaron a España para celebrar en Madrid los juegos olímpicos.

Dice la prensa que «” La presencia del premier británico para apoyar la candidatura de Londres fue la clave de la victoria. La diplomacia de Reino Unido hizo su labor y la española no consiguió atraer los votos de Nueva York.»

«Madrid sería hoy, sin ninguna duda, sede de los Juegos Olímpicos con otra política exterior.»

«¿Qué habría pasado si hubiera estado el anterior Ejecutivo? ¿Con Aznar se habría ganado en Singapur? Hacer pronósticos es difícil, pero cuesta imaginar que un norteamericano, israelí, canadiense... premie a un país que hace pocos meses los ha abofeteado en las más importantes cuestiones de política internacional. De manera legítima, España ha marcado una nueva manera de entender las relaciones internacionales. Y de manera legítima, algunos países han decidido premiar a quien ha estado siempre a su lado y no apoyar a quien decide ir a hacerse la foto en las mejores playas del Caribe, olvidándose del Atlántico.»

Esto y más cosas es lo que podemos esperar de un presidente que además de sembrar vientos se deja llevar en la dirección que soplan sus socios. Quienes se dejan llevar por el viento no son líderes, sino veletas.

Los que están al timón no pueden siempre decidir de dónde sopla el viento, ni con qué fuerza, pero sí pueden orientar la vela.

Aunque nunca sopla buen viento para los que no saben a dónde van.

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