27 septiembre 2005

ZP y la traición - 2ª parte

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Dos banderas: España no es sólo un símbolo que descansa en los hombros del Ejército, sino que España son nuestros hijos y para ellos hemos de conservarla.

Es una obviedad decir que el máximo responsable de la nación es su presidente pero no parece tan claro que él como nadie y más que nadie debe obediencia al pueblo que le entregó su confianza. Parece que el presidente, por el hecho de serlo, tiene libertad absoluta para hacer lo que quiera, incluso contra los intereses de ese mismo pueblo.

Ya hemos hablado de la traición pero conviene recordar que la traición es el resultado de una colaboración con el enemigo, una deslealtad de fe y de confianza y ninguna traición mayor que conspirar para menoscabar la integridad de la patria.

Y también, hablando de ZP hay que hablar de la conspiración. Existe conspiración cuando dos o más personas se ponen de acuerdo para un fin determinado. Los gobernantes que pactan en perjuicio de la soberanía nacional que deberían defender, están conspirando para la traición.

Así, si quien ejerce el poder que le fue entregado por el pueblo para defender los intereses de España, traiciona tan fundamental misión colaborando con sus enemigos –en este caso, herederos de Arana y Companys– debe serle retirada la tan burlada confianza que le fue depositada y apartarlo del poder, ya que los fraudes se pagan. Al menos esa es la voluntad del pueblo, no siempre en las urnas reflejada.

Y ya no es sólo opinión y cosa mía, también altas personalidades políticas se manifiestan en público, además de muchas otras –también jurídicas y militares– que lo hacen en privado. Cristina Alberdi, ex ministra del Gabinete de Felipe González y ex socialista, acusó a Zapatero de perjuro por vulnerar su juramento de "guardar y hacer guardar" la Constitución, ya que no lo está haciendo al acometer reformas estatutarias que atentan contra la Constitución y la voluntad de la mayoría. El Estatut es una "estafa política", asegura Alberdi, una advertencia que ya hizo en su momento al propio Zapatero, según ella misma afirma.

La ex ministra acusa a Zapatero de "desacato" y de alta traición y apunta incluso que debería ser juzgado por un delito de "rebeldía". También le reprocha la "dejación de funciones" al negarse a instar a la ilegalización del PCTV y respecto a la supuesta negociación con ETA, afirma, sin titubeos, que "está teniendo lugar a pesar de que se diga lo contrario".

Para llegar a consumar su labor de destrucción de la nación española, ZP y su camarilla han de pasar todavía dos barreras; la jurídica y la militar.

Los impedimentos jurídicos están siendo soslayados mediante la manipulación de quienes habrían de abortar cualquier iniciativa que atente contra lo que la Constitución protege y para ello se han situado peones del socialismo en despachos como el del Fiscal General del Estado y otras altas instancias que tienen la misión de impedir que la ley y la justicia sean sorteadas o atropelladas, en lugar de justificar los resquicios desde dónde el Gobierno logra hacerlo.

Salvado ese primer escollo, queda el Ejército. Pero el Ejército recuerde, según la Constitución, que deberá garantizar la soberanía de España y defender su integridad con las armas si hace falta, porque deben impedir que utilicen tales mañas para deshacer la patria. No es esto lo que desea España, sino que no se llegue tan lejos que ponga a los militares en el trance de tener que decidir si oponerse o seguir a quien engaña.

Y ya nombradas las armas, aclararlo también debo para que no cause alarma. Las armas que ellos reciben tienen una condición que a nadie resulta extraña: Es su principal objeto defender a nuestra España.

Pero dejemos la rima y digámoslo bien claro. ¿Qué harán nuestros militares si nos descosen España? Nadie desea la fuerza porque son mejores otras armas, pero a los militares los están llevando a un callejón sin salida. Me refiero a los militares dispuestos a cumplir la Constitución. A los otros, a los del pasteleo, mejor olvidarlos por ahora.

Sin duda la fuerza y los militares son el último recurso, pero también la última barrera.

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