28 septiembre 2005

ZP y la nueva izquierda

El nuevo socialismo: Puños en alto y socialismo en decadencia


Desde el aciago día de su nacimiento, la izquierda siempre ha estimado que las reglas establecidas, incluso las establecidas por ella misma, no le concernían si no era ella la que disfrutaba del poder.

La izquierda se ha considerado tradicionalmente, sin necesidad de mayor prueba, la defensora de los pobres, de los trabajadores, contra las injusticias y la explotación de los ricos, o bien la encarnación de la “libertad”, en abstracto, frente al oscurantismo y la opresión de los “cavernícolas” y de la Iglesia.

La izquierda siempre ha creído que encarnaba los intereses “del pueblo”, y ese hecho, para ella indiscutible, la situaba por encima de cualesquiera reglas o formalidades.

La izquierda entiende que tal representación le ha dado derecho a promover disturbios, a calumniar, a organizar piquetes violentos y, en sus mejores momentos a sacar a la calle partidas de milicianos, a quemar las iglesias y los centros políticos enemigos, o incluso a asesinar. La represión de sus actividades, en cambio, la veían como un crimen inenarrable, como la prueba de la necesidad de liquidar por la fuerza a la “reacción”.

Pero ahora pretenden modernizarse. Desde la llegada de ZP hay otro talante, una izquierda más pragmática y aparentemente más democrática que dejando aparte su mesiánica visión política, es capaz de llegar a pactos contradictorios que le permitan acceder al poder. La defensa de los más pobres y los intereses del pueblo, aquellos que justificaban la quema de iglesias, ya no importan. La izquierda se ha civilizado, ya no quema iglesias, las arrincona y asfixia económicamente. Ahora paga favores y concierta alianzas a cambio de poder sin necesidad de mancharse las manos. Ya no organizan grupos de asesinos a sueldo del Estado como el GAL para acabar con el terrorismo. Ahora directamente les da lo que quieran y listo. Mucho más rápido y limpio, nada de treinta años de legalidad antiterrorista ni otras tonterías. Los cacareados intereses del pueblo que decían defender los han reducido a los intereses de unas minorías excluyentes; unos que se creen nación, otros que quieren llamar matrimonio a lo suyo y otros que descaradamente quieren vivir del cuento o aprovecharse de las facilidades que encuentran aquí para sus aberraciones religiosas.

Sin embargo, la vieja escuela todavía permanece en sus gestos más espontáneos. La hipocresía de antaño sobrevive pujante en el socialismo de hoy. Aunque los antiguos socialistas dieran prueba de sus escrúpulos democráticos al negarse a dar la mano al dictador chileno Pinochet en una reunión internacional, ello no impediría que Felipe González tuviera tratos amigables y concediera créditos a otros dictadores de ideología afín como Daniel Ortega, acusado de violación por una menor, a Fidel Castro con quien bailoteó en Copacabana, o con el líder terrorista Gadaffi cuando éste estaba inmerso en la financiación de grupos terroristas.

Los nuevos socialistas se revuelcan en el mismo cinismo. Han quitado la estatua de Franco, el dictador por excelencia para ellos, pero se codean con el dictador venezolano Chávez, siguen alabando al dictador cubano Castro y le hacen el juego al dictador marroquí. Del mismo modo y pese a tachar de asesinos a miembros del PP y de matón a Bush y de acudir a manifestaciones antibelicistas, el socialismo de ZP no ha querido acudir a manifestaciones contra los fusilamientos de Fidel Castro y a pesar de haber sido los europeos más beligerantes contra la guerra de Irak, nunca han movido un dedo contra las otras guerras que existen.

Pero todo eso les pasará factura. Nadie puede mantenerse en el poder por medio de elecciones democráticas enfrentándose al pueblo que le ha de votar, aunque Zapatero es tan bobo y los que le rodean tan ambiciosos que no se plantearán dejar el poder hasta que todo a su alrededor se caiga a pedazos. Sólo cuando se les haga imposible gobernar por falta de apoyos, cuando los chantajistas partidos minoritarios que nos gobiernan le dejen sólo en algún problema por no haber visto cumplidas sus exigencias al cien por cien, empezará a pensar en convocar elecciones. Pero antes de eso tiene que estar todo echo jirones y en un callejón sin salida.

La forma en que gobierna el nuevo socialismo también es nueva. ZP inauguró el 14-M un nuevo sistema de gobierno: La “tanatocracia” –sistema de gobierno que se apoya en la muerte de inocentes– y un gobierno que se apoya en eso para sobrevivir no puede durar demasiado.

El Gobierno de Zapatero está soportado por sólo 164 diputados, logrado con el 42 % de los votos válidos emitidos, que suponen únicamente el 27% de los ciudadanos españoles. No son la mayoría, pero son fieles devotos ya que no hay poder político más inquebrantable que el que se asienta sobre la ignorancia ciudadana. La ignorancia que los medios de comunicación cómplices se encargan de mantener silenciando arbitrariedades.

Y en eso, desde el socialismo prehistórico, nos llevan décadas de incultura.

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